Mechthild Albert: La Gaceta Literaria, actor de una vanguardia transnacional

A la memoria de Nigel Dennis

La Gaceta Literaria nace el 1 de enero de 1927, fundada por Ernesto Giménez Caballero, su director, con Guillermo de Torre como secretario. Después de varios cambios personales, estéticos e ideológicos y al cabo de cinco años se extingue bajo el nombre de Robinsón literario. Desde el primer momento de su existencia, La Gaceta Literaria se sitúa dentro de un contexto internacional. Ya por su mismo concepto editorial como “periódico de las letras” movido por el “afán multitudinario de popularizar la alta cultura de la 'Revista'” (GL I/1, 1 de enero de 1927), La Gaceta Literaria corresponde a un patrón periodístico existente ya en Francia, ltalia, lnglaterra y Alemania pretendiendo “cuajar ese hueco ibérico e incorporarse a la tipicidad mundial, europea” (ibid.). Pero no es sólo por el formato, sino también y ante todo por su contenido que La Gaceta Literaria, obedeciendo al imperativo orteguiano “¡Fuera provincialismo!”, postula altamente su “afirmación” fundamental de “querer ser ibérica, americana e internacional”, tal como reza de forma programática el subtítulo. Promover la globalización de la cultura —desde una perspectiva ibérica— es una tarea que La Gaceta Literaria asume muy seriamente, durante su primer año de existencia en particular (al que nos referimos básicamente en el presente artículo). Secciones como Raids literarios, Transeúntes literarios o Las letras españolas en el extranjero dan testimonio de una intensa circulación de hombres e ideas. En el Escaparate de libros se ofrece “la reseña minuciosa de las novedades de la quincena” (GL II/25, 1 de enero de 1928), mientras que las Postales reúnen “el noticiaje literario del mundo (del mundo literario)”, clasificado, según el conocido criterio “geográfico e intercontinental”, en Postales ibéricas, americanas e internacionales (ibid.). Pero La Gaceta Literaria no se limita a este noticiario internacional que puede interesarse por las novedades culturales de países como Alemania y Francia, Italia y la Unión Soviética, EE.UU. y Gran Bretaña.[1] En su afán cosmopolita, La Gaceta Literaria construye comunidades imaginarias transnacionales bajo el signo de una vanguardia sin fronteras. Y es así cómo Giménez Caballero entiende las vanguardias, como un medio de integración fraternal y juvenil, más allá de las fronteras nacionales, políticas o étnicas:

La nueva literatura —Cultura— de todos los países está dando una más amplia significación al sentido cosmopolita. Por encima de todo —de fronteras, de política, de razas— la nueva literatura está creando una cadena fraternal, de afinidades, de entusiasmos. La juventud literaria de todos los países está unida —como la juventud de los estadios— por hurras de simpatía generosa (GL II/36, 15 de junio de 1928).

A continuación nos proponemos estudiar el papel de La Gaceta Literaria como promotor de una vanguardia literaria transnacional, centrándonos en dos aspectos: en la primera parte intentaremos identificar varios tipos de comunidades imaginarias situándolas en su contexto funcional para ver en qué medida La Gaceta Literaria cambia la cartografía cultural trazando un nuevo mapamundi cuyo norte es la modernidad. En la segunda parte presentaremos algunos ejemplos concretos que ilustran cómo La Gaceta Literaria va forjando una modernidad transnacional y transcultural, fomentando traducciones y creando conexiones a través de prestigiosos mediadores.[2]

1. La construcción de comunidades imaginarias transnacionales

1.1 “Una gigantesca urbe de las letras”: cosmopolitismo vs. provincialismo

Con vistas a superar el particularismo nacional, regional o local, La Gaceta Literaria escoge como padrino a José Ortega y Gasset quien firma el editorial del primer número, titulado “Sobre un periódico de las letras” (GL I/1, 1 de enero de 1927). En este ensayo, el filósofo distingue entre el libro, la revista y el periódico como modalidades de la literatura. Para limitarnos al periódico, pues a esta categoría corresponde el nuevo bimensual, Ortega destaca su carácter “urgente”, concreto e inmediato, su dinamismo, su apertura y su gran alcance. Ante la creciente variedad de “direcciones, entrelazamientos y heterogeneidades” de las letras modernas, la función del periódico es la de informar, orientar y conectar.[3] Para realizar esta tarea, tiene que abandonar toda veleidad partidista y “excluir toda exclusión, contar con la integridad del orbe literario español y sus espacios afines”. Gracias a este espíritu de apertura, La Gaceta Literaria lograría, según Ortega, “contribuir a la mayor y más urgente tarea, que es: curar definitivamente a las letras españolas de su pertinaz provincialismo”. Cosmopolitismo vs. provincialismo. He aquí la antítesis a partir de la cual se explica la proyección universal de La Gaceta Literaria que se expresa con una metáfora moderna: “Hay que resolverse a pensar y a sentir en onda larga.” Al “dilatarse” desde Madrid hasta los horizontes ibérico, americano e internacional, La Gaceta Literaria es evidentemente un protagonista de esta proyección transnacional que culmina en la visión de una nueva República de las letras, a la altura del siglo XX:

Si Madrid, Barcelona, Lisboa, Buenos Aires llegan, en efecto, a sentirse barrios de una gigantesca urbe de las letras, neutralizarán mutuamente sus provincialidades íntimas y vivirán y trabajarán en radio ecuménico. Esto es lo único que merece la pena.

Al conectar entre ellas las capitales culturales del mundo ibérico —que abarca España, Cataluña, Portugal e Hispanoamércia— La Gaceta Literaria contribuye a crear una nueva entidad transnacional, transcultural y transatlántica, a saber esta “gigantesca urbe de las letras” la cual, como comunidad imaginaria, parece anticipar el global village de Marshal MacLuhan.

1.2 La comunidad ibérica: identidades particulares vs. cosmopolitismo e imperialismo

La idea de una comunidad ibérica transatlántica se revela como problemática ya que obedece a una dialéctica falaz. En la misma ilustración de portada se puede observar cómo América parece surgir de la Península Ibérica, en la que España, como centro de gravitación, está pintada de negro. Tanto a nivel ibérico europeo —con respecto a las diversas culturas de la Península— como a nivel transatlántico —con respecto a las diferentes naciones latinoamericanas— se observa una tensión entre universalidad y localidad, cosmopolitismo y nacionalismo, que termina por resolverse en un sentido claramente hegemónico por parte de España y de la cultura española que se pone de manifiesto bastante pronto. Como explica Xulio Pardo de Neyra, “La Gaceta Literaria afirmaba pertenecer a una ‘generación de postguerra’ sensible tanto por la universalidad como por la localidad, y abanderada de un cosmopolitismo que en nada excluía la impronta nacionalista en que creían muchos intelectuales” (Pardo de Neyra, 190). Al mirar más de cerca, el concepto cosmopolita de La Gaceta Literaria implica un paniberismo o panhispanismo arrollador que pretende respetar y hasta ensalzar las identidades nacionales o autonómicas para luego someterlas más fácilmente al hegemonismo de Castilla. Por una parte, La Gaceta Literaria demuestra su respeto frente a la diversidad cultural ibérica por una serie de medidas tal vez simbólicas como, por ejemplo, la “audacia” de las tres “lenguas plurales” admitidas para los artículos —el castellano, el portugués y el catalán (GL II/25, 1 de enero de 1928)— o por acordar apartados propios a las varias culturas peninsulares, más Iberoamérica y el ámbito sefardí. Existen secciones como La Gaceta Catalana, Portuguesa y Americana, dirigidas por redactores conocidos como Juan Chabás, Guillermo de Torre, Tomás Garcés y António Ferro.[4] Se dedican números especiales a la Feria del libro catalán y del libro portugués o a la cultura sefardí. Sin embargo, al poco tiempo resulta que las “pequeñas noticias del ámbito catalán […], casi siempre, se realizaban en idioma castellano” y que el idioma gallego “era tratado como un dialecto del portugués”, debido a la política lingüístico-cultural del responsable Evaristo Correa Calderón (Pardo de Neyra, 191). De esta manera, España y la cultura castellana van aglutinando a los demás idiomas y culturas de la Península.

En lo que a las relaciones transatlánticas se refiere, la actitud dominante de la antigua metrópoli resulta aún más evidente y se está perfilando a partir del mismo editorial de Ortega quien atribuye un sentido histórico a la proyección universal de La Gaceta Literaria. En este ensayo el filósofo augura a las letras españolas “una nueva y magnífica responsabilidad”, la de tomar el relevo de las “otras grandes unidades de cultura”, desgastadas por “tres siglos de esfuerzo continuado”: “El relativo descanso de España, la mocedad de nuestra América tienen que ser la fuerza de reserva que acude a la brecha”. En esta perspectiva, el cosmopolitismo de La Gaceta Literaria sería el instrumento de un ‘Renacimiento’ del dominio cultural hispánico, tres sigos después de la Paz de Westfalia y apenas tres décadas después del 98. De ahí que la misión cultural de La Gaceta Literaria implica un imperativo cultural universal, urbi et orbi: “Tenemos que pensar y escribir, no sólo para la ciudad, sino para el orbe.” El imperialismo cultural latente en el “iberismo” de La Gaceta Literaria no tardará en ponerse al descubierto en el manifiesto “Madrid, meridiano intelectual de Hispanoamérica”, publicado por Guilermo de Torre en el número 8 del 15 de abril de 1927. Este artículo y la polémica que desencadena en ambas orillas del Atlántico (Alemany Bay 1998) no sólo ponen en entredicho el ideal transnacional proclamado por Ortega en La Gaceta Literaria, sino que también perturban seriamente las relaciones entre esta y los intelectuales americanos, como explica Celina Manzoni en su aportación al presente volumen.

1.3 La comunidad periférica

Al lado de la comunidad ibérica transatlántica, profundamente arraigada en el pasado imperial de España, La Gaceta Literaria está configurando otra comunidad transnacional y transcultural tan novedosa como, tal vez, sorprendente. Se trata de la afinidad entre España y la Unión Soviética bajo el signo de las vanguardias y de la periferia.[5] Los escritores rusos hacen vibrar la cuerda vanguardista de los redactores de La Gaceta Literaria: Francisco Ayala aprecia a Zamiatin como un “hombre incorporado a las vanguardias” (GL I/18, 15 de septiembre de 1927); Juan Aparicio alaba a Mayakowski en términos futuristas[6] y Giménez Caballero acoge, entusiasmado, una novela revolucionaria de Constantino Fedin (Las ciudades y los años) publicada por la Editorial Biblos en enero de 1927, a buen precio y con ilustraciones de Maroto, como un petardo “que, al explotar, llenará el aire de color rojo de aurora y tiempo nuevo” (GL I/8, 15 de abril de 1927). Si la literatura soviética goza en este momento de un interés especial, es también gracias a la Revista de Occidente, que edita toda una serie de novelas rusas reseñadas en La Gaceta Literaria como, por ejemplo, El tren blindado núm. 14–69 de Vsevolod Ivanov, Caminantes de Lidia Seifulina, Los Tejones de Leónidas Leonov y, de Eugenio Zamiatin, El doncel Erasmo (GL I/17, 1 de septiembre de 1927) y El Farol (GL I/18, 15 de septiembre de 1927). En la reseña de esta última novela, nada menos que Francisco Ayala es el que celebra la labor pionera de la editorial orteguiana, evocando asimismo la imagen emblemática de una Rusia europea y asiática, revolucionaria y vanguardista:

La Revista de Occidente —gran pulsómetro cosmopolita— no podía permanecer insensible a las altercaciones febriles —geniales— de la Rusia nueva. Altavoz infatigable [...], no podía faltar en la pluralidad de sus acentos el acento de la Rusia occidentalizada: es decir, universalizada. [...]

Rusia: gran galería. Cómo traga y cómo devuelve los ruidos de Europa. Qué cosas les quita. Qué cosas les añade. Qué otros son, devueltos de su doble fondo asiático (GL I/18, 15 de septiembre de 1927).

Ayala nos presenta una Rusia “occidentalizada” y “universalizada” que sirve de eco y de espejo a Occidente gracias a la alteridad de su fondo asiático. En el típico tono vanguardista acuñado por Gecé, proclama la pervivencia de una Rusia arcaica y futurista dentro de una síntesis cosmopolita:

Aquella cosa bárbara, abismática y formidable que había en la literatura rusa no ha degenerado con el injerto de alegría revolucionaria y occidental. Al contrario (GL I/18, 15 de septiembre de 1927).

Otra imagen muy distinta nos la da Ernesto Giménez Caballero cuando emprende, en 1928, una redefinición de Europa desde una perspectiva cultural y política, en el sentido de una rebelión de la periferia contra el centro, del sur contra el norte (Albert 2009). Bajo el título Circuito imperial, el director de la revista publica —primero por entregas en La Gaceta Literaria (1 de agosto – 15 de noviembre de 1928), y luego en volumen (1929)— el reportaje de su “raid”, o sea de su viaje de conferencias por Italia, los Países Bajos, Bélgica y Alemania: es decir, un espacio que corresponde a los territorios imperiales del siglo XVI, de ahí el título. En el prólogo al relato de este recorrido, Gecé deconstruye el mito de Europa, “máximo mito de la España moderna”, refiriéndose precisamente a la Unión Soviética, Italia y España. Según él, estas naciones han roto el hechizo de las sirenas europeas para buscar su propia identidad. Al comparar la historia reciente de estos tres “países periféricos del núcleo europeo”, se evidencian sorprendentes paralelos cuyo común denominador es el decidido rechazo de Europa que se pone de manifiesto de la misma manera en Unamuno, Malaparte y Florenski: “No existe cosa más sorprendente que homologar la historia moderna de estos tres países periféricos del núcleo europeo para encontrarse fenómenos culturales de igual aspecto: personas, libros, pasiones” (GL II/38, 15 de julio de 1928). En la periferia de Europa, la juventud de posguerra se sabe unida, según Gecé, en una común actitud iconoclasta, propia de las vanguardias futuristas —“una revolución, un higiénico entusiasmo destructor y afirmativo“—, cuyo objetivo político es otra Europa, una Europa totalitaria. En los márgenes de Europa y a través de sus revoluciones comunista y fascista, Rusia e Italia han echado por la borda los valores tradicionales de Europa, creando una nueva Europa a la que España va a pertenecer algún día. Esta es la comunidad imaginaria de una Anti-Europa totalitaria que el proto-falangista ve surgir en la periferia de Europa, a partir de la alianza entre las jóvenes naciones comunista y fascista:

Frente a la obsesión ¡„Europa“! de estos terribles cincuenta años, tanto el uno como el otro país cortaron por lo sano: el mejor modo de ser europeos es ponerse frente a esa tradicional Europa y dar una nota original. Comunismo, fascismo. En el fondo, dos fórmulas fascinadoras de una nueva Europa, de otra Europa. Quizá: de otra cosa que Europa. Si por Europa la vieja se entiende lo que entendieron rusos e italianos: reformismo, criticismo, democracia, liberalismo, burguesía, laisser faire del individuo (GL II/38, 15 de julio de 1928).

1.4 La comunidad antagónica

Frente a estas comunidades imaginarias integradoras, el mundo anglosajón y, en particular los EE.UU., constituyen una especie de comunidad antagónica o, por lo menos, esencialmente diferente. Su diferencia cultural se señala por rasgos estereotipados como “las fieras de la cacofonía americana” (Falgairolle en GL I/20, 15 de octubre de 1927), el “entusiasmo juvenil de la raza anglosajona” o su afán de lucro, que obstaculizan la comprensión intercultural. José Robles Pazos, el corresponsal de La Gaceta Literaria en Norteamérica, se distingue por la actualidad de sus reseñas y por su juicio matizado y crítico que articula con fina ironía. En sus artículos transmite una percepción distanciada de esta nación destacando, por una parte, su carácter ingenuo y, por otra, su puritanismo moral. En este sentido critica el “humorismo, algo pueril” de Hemingway (The Sun also rises; GL I/11, 1 de junio de 1927) o la trama simplista de Elmer Gantry, de Sinclair Lewis. En cuanto a la novela Oil!, de Upton Sinclair, que califica sin entusiasmo de “legible”, dictamina que el “argumento y los protagonistas resultan de una puerilidad risible” (GL I/24, 15 de diciembre de 1927). Informa de la prohibición de dos de estas novelas por parte de una censura tan rigurosa como ridícula, ante la cual Elmer Gantry es una obra bienvenida en su calidad de “volteriana sátira de la hipocresía religiosa” (GL I/22, 15 de noviembre de 1927). Del cuadro desolador que Robles Pazos pinta de la vida cultural norteamericana sólo se salva Manhattan Transfer de John Dos Passos, una obra emblemática de corte vanguardista, de la que el corresponsal da cuenta apenas puesta en venta en las librerías de Nueva York. Según él, aquella “larga película de la turbulenta vida neoyorquina” se compone de una “serie de cuadros impresionistas, hilvanados con un hilo apenas perceptible, que el autor rompe cuando lo tiene por conveniente”, causando en el lector una verdadera “impresión de vértigo” (GL I/8, 15 de abril de 1927). Pero, evidentemente, esta obra singular no basta para fundar una comunidad transnacional de la modernidad.

1.5 El horizonte europeo

Aparte de estas comunidades imaginarias, sigue existiendo el tradicional horizonte europeo que abarca diferentes grados de familiaridad con Francia, Italia y Alemania. Respecto a estas naciones, sus culturas y literaturas, los redactores de La Gaceta Literaria no solo cumplen un papel de transmisión, sino también de canonización. En este sentido, llama la atención una serie de artículos dedicados a ‘clásicos’ tanto del siglo XIX como de la época contemporánea. Las opiniones divergentes a propósito de la relevancia del siglo pasado se ponen de manifiesto con motivo de la muerte del gran crítico e historiador danés Georg Brandes en el mes de febrero de 1927. Mientras que la redacción le honra como “el despierto guía, que, desde su pequeño promontorio danés, avizoró todos los panoramas de Europa” (GL I/6, 15 de marzo de 1927), César Falcón derrumba el “mito Brandes”, opinando que aquel fósil de una época remota “no ha existido desde hace muchos años”, ya que, de hecho, el “crítico consubstancial de Ibsen” murió con él en 1906 (GL I/5, 1 de marzo de 1927). A pesar de la actitud radicalmente contemporánea afirmada por Falcón, no faltan algunos grandes novelistas del siglo XIX considerados como pioneros de la modernidad, a los que se les elogia en La Gaceta Literaria. Tal es el caso, por ejemplo, de Emile Zola, a quien Andrenio —con motivo del 250 aniversario de su muerte— le “saca [...] de su penumbra histórica” para apreciar los efectos saludables de su recepción en España:

El público que leía aquellas novelas humanas y sanguíneas, mejoró de pasto espiritual, se preparó para leer a los novelistas españoles y se asomó un poco al movimiento intelectual y artístico del mundo (GL I/21, 1 de noviembre de 1927).

Benjamin Jarnés, famoso admirador de Stendhal (1783–1842), nos hace descubrir su última novela, Lamiel (GL I/17, 1 de septiembre de 1927). Su protagonista, “hija del diablo”, reúne todas las “características de sus buenos hermanos”: su impertinencia y curiosidad, su falta de conciencia y, sobre todo, su “horror a la ingenuidad”. Con la recomendación de este libro en irónicos términos de voceador (“Leed Lamiel, la novela de Stendhal truncada por la muerte. Veréis en el libro cosas peregrinas”) Jarnés va más allá de la mera reseña para pronunciar algunos juicios fundamentales sobre el gran novelista francés. Su peculiar “estilo nervioso, impertinente, desnudo”, por ejemplo, es un “estilo logrado a fuerza de no querer tenerlo”. Narrador y filósofo, Stendhal se preocupa por el hombre como individuo, con todas las “singularidades de su médula. De ahí nacen todas las bellas impurezas de su obra...” A este respecto, Jarnés se permite una digresión sobre el término “pureza”, polemizando contra quien “pretende adjudicarse el título de puro” y recordándonos que en 1927 ya se vislumbraba la transición de la “poesía pura” al “poema impuro”, o sea a una “literatura sin pureza”.

Al lado de los franceses Stendhal y Zola también figuran los rusos Dostoievski y Tolstoi (véase Ruhe 2012), cuyo centenario se conmemora con un número temático dedicado a “los obreros y la literatura” (GL II/42, 15 de septiembre de 1928). Es otra vez Benjamín Jarnés, el destacado prosista de vanguardia, quien firma el artículo “Leyendo El Idiota” (GL I/8, 15 de abril de 1927), donde con toda “humildad” se acerca a Dostoievski, aquel “torbellino luminoso”. Con tanta erudición como sensibilidad analiza la dialéctica del odio y del amor en esta novela cuyo protagonista es un hombre-niño ingenuo y bueno. Jarnés admira a Dostoievski, que sabe manejar igualmente el espíritu y la tierra, venciendo la dificultad de “crear con lo que nos rodea”. Relacionándolo con los términos de la estética contemporánea, Jarnés no lo caracteriza como artista deshumanizado, sino sobrehumano. Enrique Lafuente llega hasta proponer a Dostoievski como antídoto contra la deshumanización del arte en un comentario sobre Los hermanos Karamasov, “obra definitiva” y suma de sus preocupaciones políticas y religiosas (GL I/3, 1 de febrero de 1927). El ilustre novelista ruso del siglo XIX goza de un verdadero boom, pues aparte de las dos novelas publicadas por la editorial Atenea, sale a luz la Vida de Dostoiewski, escrita por su hija Amada y traducida al español por H. Pérez de la Ossa (GL I/4, 15 de febrero de 1927). Además, se señala la edición francesa de las cartas a su mujer (GL I/18, 15 de septiembre de 1927).

La Gaceta Literaria contribuye igualmente y, sobre todo, a la selección y canonización de unos ‘clásicos de la modernidad’. Entre ellos, el ya bien acreditado Hermann Hesse merece un breve homenaje, con motivo de sus 50 años, que le muestra anhelando la reconciliación entre “la pura naturaleza y el arte”, síntesis cuyo modelo encuentra en la India. Gracias a él, dice Máximo José Kahn, “ha adquirido la literatura alemana más claridad, más sonido, más resplandor” (GL I/14, 15 de julio de 1927). Al prestigioso novelista Thomas Mann —que va a ser premio Nobel en 1929 y cuya obra maestra, La montaña mágica, data de 1924— sólo se le menciona en el Escaparate de libros de 1927 por un libro de interés político: Pariser Rechenschaft (GL I/22, 15 de noviembre de 1927). Su hermano Heinrich, en cambio, está representado con la novela Mutter Marie; Kahn no sólo relata y comenta la trama, sino que caracteriza también al autor, “maestro fundidor de campanas”, y su evolución artística, la que progresaría hacia una mayor concentración del argumento y una más intensa proximidad humana de los personajes (GL I/20, 15 de octubre de 1927).[7] Dos años antes de que publicara su obra maestra, Berlin Alexanderplatz, Alfred Döblin es retratado en La Gaceta Literaria núm. 4, del 15 de febrero de 1927. Fiel a su típico gusto por las fisonomías peculiares, Kahn desvía la atención hacia el “cráneo como un trozo de cristal de roca” que ostenta Döblin. De entre sus obras, ya numerosas, el crítico prefiere la “novela grande” Wallenstein como la más hermosa por su fuerte plasticidad. De parte de Francia cabe citar, por ejemplo, al ya clásico André Gide (GL I/10, 15 de mayo de 1927). Con motivo de la publicación de su autobiografía Si no muere el grano, Jean Cassou rinde homenaje al gran novelista y humanista francés, parangonándolo con Montaigne y Rousseau. “Hombre luminoso” que da “el mejor testimonio de nuestra inquietud y de nuestra complejidad”, Gide ha alcanzado, a través de su ejemplar introspección analítica, una “plenitud ardorosa y purificada” que le capacita, según Cassou, para “darnos aquella filosofía del goce, aquel evangelio nuevo que esperamos”.

En el panorama europeo, la Italia de Mussolini ocupa un puesto privilegiado. El autor italiano del que más frecuentemente se habla en La Gaceta Literaria es Massimo Bontempelli, de cuyo viaje a Madrid se da noticia en el núm. 2 (15 de enero de 1927). El gran interés por Bontempelli se explica, entre otras razones, por lo que el concepto de su revista 900 tiene en común con el proyecto de La Gaceta Literaria. En el mismo afán por “terminar [...] con el provincialismo” opta, en materia lingüística, por la solución contraria a la de La Gaceta: frente a las tres lenguas oficiales de La Gaceta, 900 se redacta en francés, lo que no deja de provocar también airadas controversias (GL I/9, 1 de mayo de 1927). En octubre de 1927 (núm. 20), la preocupación de La Gaceta por una posible muerte del 900 a causa de violentas sátiras en un periódico fascista llama la atención sobre los graves conflictos ideológicos que surgen infaliblemente alrededor de la cultura italiana. Ya en el segundo número y bajo el título “¿Acento fascista?” La Gaceta Literaria se inquieta por la creciente influencia de Curzio Malaparte en la redacción de la Fiera letteraria (GL I/2, 15 de enero de 1927). Como es bien sabido, este autor fascista va a jugar un papel importante en el viraje derechista de Giménez Caballero,[8] mientras que Ferrarin le llama “bizarro” despectivamente (GL I/14, 15 de julio de 1927). Entre los corresponsales italianos de La Gaceta también empieza a notarse un claro deslinde ideológico: mientras que (al menos en el año 1927) no habrá que poner en duda la convicción democrática de un Ferrarin y ni mucho menos la de un Juan Chabás,[9] Zuani hará su profesión de fe fascista en 1928[10] y, entretanto, el colaborador italiano Carlo Boselli se dará a conocer como fascista en la reseña de La gente che amo. Franco Ciarlantini, destacado fascista de primera hora, define al autor de este Panorama pessimistico del carattere degli italiani como “uno de los hombres más genuinamente representativos y más esforzadamente dinámicos de la Italia nueva” que obra “inspirándose en un alto ideal” (GL I/12, 15 de junio de 1927).

En lo que a la dimensión europea de La Gaceta Literaria se refiere, cabe señalar, aunque no por último, la larga nómina de libros franceses y alemanes dedicados a temas hispánicos presentados en esta revista como, por ejemplo, Jérôme y Jean Tharaud con La Semaine Sainte à Séville (GL I/7, 1 de abril de 1927); Pierre-Etienne Marcel con La rencontre de Cervantès et du Quichotte (GL I/15, 1 de octubre de 1927); y Marius André con La vérdique aventure de Christophe Colomb.[11] En cuanto a la parte alemana, los libros de viaje y de cultura hispánica constituyen una de las preferencias de Máximo José Kahn, como lo demuestran las reseñas de Alfred Kerr con O Spanien! (GL I/3, 1 de febrero de 1927), Gertrud Richert con Barcelona (GL I/16, 15 de octubre de 1927) y Kasimir Edschmid con Vascos, toros, árabes. Un libro sobre España y Marruecos (GL I/18, 15 de septiembre de 1927), a las que se puede añadir la larga Carta hispánica del renombrado romanista alemán Karl Vossler (GL I/19–21, 1 de octubre – 1 de noviembre de 1927). Ante este balance impresionante, tan sólo del año 1927, podemos concluir que La Gaceta Literaria cumple un papel primordial invitando al público español a emprender una autorreflexión cultural dentro de un contexto europeo de imágenes reflejadas y de estereotipos revisados, en un momento a la vez propicio y crítico de su historia.

2. Redes interculturales

En realidad, las comunidades imaginarias transnacionales se construyen, por parte de La Gaceta Literaria, a un nivel muy concreto, tejiendo redes transculturales, abriendo vías de comunicación literaria y conectando a actores internacionales. Por ello, en esta segunda parte se van a considerar brevemente algunos aspectos pragmáticos, tales como traducciones, por una parte, y mediadores y conexiones, por otra.

2.1 Traducciones

De acuerdo con su compromiso cosmopolita y transcultural, La Gaceta Literaria presta particular atención a las traducciones de la actualidad literaria extranjera. En este sentido, Álvarez de Vayo lamenta las dificultades para orientarse en materia de literatura rusa, “porque las obras nuevas tardan mucho en ser asequibles al lector europeo” (GL I/22, 15 de noviembre de 1927); y todo ello a pesar del esfuerzo que editoriales como Biblos, Revista de Occidente y Cénit (Santonja 1983–1984) están haciendo por difundir la literatura rusa contemporánea. Ante esta problemática, La Gaceta Literaria no se limita a presentar y reseñar las traducciones, sino que va hasta reclamarlas, como en el caso de Virginia Woolf, calificada como “la Proust inglesa”. En el número 7 del 1 de abril de 1927 se anuncia su obra más reciente, To the Lighthouse, además de seis títulos anteriores, para terminar reclamando la traducción española de sus obras: “¿Publicará todavía muchos antes de que en España se piense en traducir una línea suya?” A veces La Gaceta Literaria se adelanta muchos años a la traducción de obras anunciadas en sus páginas. De este modo, El castillo de Franz Kafka es presentado a los lectores por Máximo José Kahn en septiembre de 1927, apenas un año después de su edición póstuma por Max Brod (GL I/17, 1 de septiembre de 1927). Citando a Brod, Kahn relaciona El castillo y El proceso explicando estas novelas como “las dos formas de apariencia de la divinidad […]: Juicio y Perdón.” Y termina con este dictamen rotundo: “El castillo pertenecerá a las obras eternas de la literatura.” De hecho, El castillo tardará hasta 1971 en traducirse al castellano, mientras que el primer texto de Kafka llevado al español, La metamorfosis, sale en la Revista de Occidente en 1945, traducida por Galo Sáez.

Sin embargo, la mera traducción no garantiza una buena recepción de la obra, pues hay que tener en cuenta las diferencias interculturales. Así lo hace notar Joaquín Edwards al reseñar el best seller Gentlemen Prefer Blondes (GL I/4, 15 de febrero de 1927): teme que “una vez traducida al español, produzca una desilusión del editor”, ya que el “entusiasmo juvenil de la raza anglosajona”, así como su afán de lucro podrían constituir, al nivel de las mentalidades, un serio obstáculo para su éxito en España.

Y para terminar, una traducción esmerada y bien acogida no lleva necesariamente a un fructuoso contacto personal, como demuestra el ejemplo de Henry Montherlant, cuyos Bestiarios, traducidos por Pedro Salinas, acaban de publicarse en la Biblioteca Nueva siguiendo a sus Olímpicas, traducidas por Antonio Marichalar. Celebrando el haber “trasladado a la literatura un mundo recio e inédito de sensaciones lúdricas” [sic], Giménez Caballero traza del Montherlant “olímpico y torero” un retrato rezumando tópicos futuristas:

Un doncel de estirpe clásica, educado en Racine, en las trincheras y en el culto del stadium. Alegría, energía, afirmaciones vitales. Desdén por todo sentimentalismo. Cierto menosprecio de la mujer. Exaltación del cuerpo sobre el alma. (GL I/12, 15 de junio de 1927)

Esta imagen idealizada queda brutalmente destrozada cuando el Montherlant de carne y hueso pasa por Madrid como “transeúnte literario”, provocando un “chispazo de decepción”. A pesar de los regalos simbólicos que se le ofrecen —claveles, puros y postales taurinas— el acto solemne adquiere “algún aire de yantar de velatorio”. Gecé se indigna ante un Montherlant que se desolidariza de sus “antiguas aficiones” taurinas y que ni siquiera habla español: “Infinidad, musicalidad, cansancio, aburrimiento... He ahí el efluvio del Montherlant actual.” Derrumbado aquel ídolo de la modernidad, Giménez Caballero se despide de él con unas amargas palabras de adiós:

Abandonamos a su suerte a Montherlant, tras un apretón de manos, en su fondita española, de tiempos de Mérimée. [...] Al regresar a casa nos pusimos en la mano —simbólicamente— un poco de ceniza. (GL I/12, 15 de junio de 1927)

2.2 Mediadores y conexiones

Muchos de los colaboradores de La Gaceta Literaria eran mediadores talentosos y eficaces que daban una impronta individual a las respectivas culturas extranjeras que transmitían. Entre ellos cabe destacar a Juan Chabás, asiduo corresponsal italiano de La Gaceta Literaria, quien, aparte de numerosas reseñas (cf. García et al. 2012),[12] publica un nutrido artículo sobre las “Escritoras de Italia” (GL I/15, l.8.1927).[13] Amenudo estos mismos corresponsales llevaban una vida entre las culturas como, por ejemplo, Guillermo de Torre (cf. García et al. 2012). Otros estaban trágicamente malogrados, como Máximo José Kahn, “un escritor de tres exilios” (Martín Gijón2012), o José Robles Pazos (Coy 1988 y Koch 2005), en torno a cuyo asesinato gira la novela Enterrar a los muertos de Ignacio Martínez Pisón (2006). En los últimos años, estos artífices de la comunicación literaria han ido cobrando, poco a poco, el interés científico que se merecen y se está recuperando su memoria. Por ello sólo me voy a limitar a unos pocos ejemplos reveladores de mediadores que establecen conexiones transculturales ‘en triángulo’.

En este sentido, va a ser el romanista alemán Ernst Robert Curtius quien presenta la poesía de Jean Cocteau a los lectores hispanohablantes, ilustre ejemplo del papel de promotor de una vanguardia transnacional cumplido por La Gaceta Literaria (GL I/18, 15 de septiembre de 1927).[14] A través de muchas citas originales, Curtius explica el mundo poético de Cocteau “abovedado con ángeles”, impresionando quizás al jóven Alberti que va a publicar en La Gaceta Literaria el primer espécimen de Sobre los ángeles, acompañado de un comentario de Pedro Salinas (GL III/49, 1 de enero de 1929). Curtius quita a la poesía de Cocteau algo de su hermetismo superrealista, situándola dentro de una tradición que parte de Baudelaire para que el lector corriente la comprenda, a cuya pregunta “¿pero esto es en serio?” contesta:

Hay situaciones en las que la división del mundo, en serio y no serio, no es posible. Pierde su aplicación. [...] Los primeros versos de Cocteau son excepciones, rupturas, evasiones. Destruyen toda la arquitectura del lenguaje. ¿Por qué? Para crear espacio al nuevo misterio poético (GL I/18, 15 de septiembre de 1927).

Jean Cassou, amigo y traductor de Ramón Gómez de la Serna y conocido mediador hispano-francés, presenta a tres nuevos novelistas destinados a renovar la literatura francesa gracias a su originalidad, pues todos ellos son originarios de otras culturas (GL I/2, 15 de enero de 1927). Ajenos al “tradicional espíritu analítico” de los franceses, estos jóvenes extranjeros francófonos, que disponen de un “contacto más auténtico con la vida y sus relatividades”, van a poner fin a un “periodo de pobreza profunda” en las letras francesas. Entre ellos, el “yanki” Julien Green, familiarizado con la novela inglesa, aporta “un ambiente y unas influencias completamente diferentes. Tomando como ejemplos Voyageur sur la terre y Mont Cinère, Cassou destaca la sobria “ausencia de estilo” de sus “historias, lentas y frías” que se basan en una construcción nueva, irónica y sobrecogedora, regida por un narrador omnisciente que “nos deja entrever lo que quiere descubrir de una historia a la vez trágica y lógica.” El ruso Emmanuel Bove, por su parte, engendra unas “sombras patéticas y mudas” parecidas a los “ex hombres de las novelas rusas” y ambientadas en una “atmósfera ahogada, húmeda y negra como la de las películas alemanas.” Los personajes de Mes Amis o de Armand representan una agobiante “pantomima que remeda a las pasiones y las luchas de la vida.” Finalmente, André Beucler, nacido en San Petersburgo, transmite en sus novelas como Gueule d`Amour la otra cara de la tradición rusa, a saber “aquella riqueza oriental de la imaginación, aquella prolijidad engañosa, aquella charlatanería fanfarrona y teatral”, transfigurando la realidad cotidiana en un “lirismo fantástico, al cual nuestros deseos de ensueño no pueden resistir.”

Ilya Ehrenburg, “este nuevo escritor ruso que acaba de despertar un vivo interés en Europa”, es presentado por Ramón Gómez de la Serna que cita un retrato suyo, bastante pintoresco, escrito diez años antes (en 1917) cuando ambos se codearon en París junto con el pintor mexicano Diego Rivera quien consideró a Ehrenburg como “el poeta más terrible y conmovedor de su país” (GL I/2, 15 de enero de 1927). La gran estima en que se tiene a este autor se manifiesta también en el hecho de que su relato Una pipa, traducido de la versión alemana por Gecé, se publica en La Gaceta núm. 1l (GL I/11, 1 de junio de 1927).

Un último ejemplo del enfoque polifónico e intercultural característico para La Gaceta Literaria es el del irlandés James Joyce. Mientras que Dámaso Alonso acaba de traducir El artista adolescente para Biblioteca Nueva, el mismo Gecé vierte al español algunos fragmentos del Ulysses que presenta orgullosamente como la “traducción primera en España, según creemos, de este espléndido libro” en el núm. 21 (GL I/21, l de noviembre de 1927).[15] La muestra, ilustrada por una foto de “James Joyce, con Miss Sylvia Beach, su valiente editora”, va acompañada por un texto de Ivan Goll. Este vanguardista franco-alemán no solo da un breve resumen interpretativo de la novela, sino que ofrece también un testimonio personal recordando un encuentro con Joyce, en cuyo retrato destaca su “terrible mirada dolorosa” así como su “risa de un fauno tras de un cañaveral”. Finalmente, evoca que durante la Primera Guerra Mundial, Joyce y Lenin (así como él mismo) se encontraron “enlazados por el azar” en Zúrich para concluir:

Pues de hecho: Joyce, durante la misma época, realizó igual revolución dentro de la poesía que Lenin en el mundo político. Pues se sabe que Joyce trabajaba entonces en su Ulysses, esa obra que algún día la Humanidad encuentre quizá superior a la Gran Guerra (GL I/21, 1 de noviembre de 1927).

Conclusión

Para terminar podemos constatar que las comunidades imaginarias construidas por La Gaceta Literaria corresponden a diferentes propósitos estéticos, literarios o políticos. Por una parte recurren a modelos tradicionales como la República de las Letras de índole humanista o ilustrada, o la relación de dependencia entre metrópoli y periferia propia del colonialismo; por otra parte, rompen precisamente con esquemas conocidos y valores consagrados como, por ejemplo, a través del concepto de una Anti-Europa formada por la periferia revolucionaria. Ante la abundancia y heterogeneidad de la producción cultural internacional que La Gaceta Literaria abarca desde su cosmopolitismo programático, la construcción de comunidades imaginarias crea estructuras y afinidades, propone valores e identidades. Este planteamiento complejo y exigente, cuya enorme riqueza periodística transnacional y transcultural acabamos de vislumbrar, va a desmoronarse muy pronto debido, ante todo, a la intransigencia ideológica de Ernesto Giménez Caballero, siempre más hostil a la pluralidad de perspectivas. La apertura cosmopolita y la multitud de redes y comunidades imaginarias creadas por los numerosos colaboradores y mediadores de La Gaceta Literaria terminarán por reducirse, con El Robinsón literario, al horizonte limitado del individuo solitario recluido en un espacio insular.

Bibliografía

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― (2003): Vanguardistas de camisa azul. La trayectoria de los escritores Tomás Borrás, Felipe Ximenéz de Sandoval, Samuel Ros y Antonio de Obregón entre 1925 y 1940. Madrid: Visor.

― (2009): “Ästhetische Moderne und totalitäres Anti-Europa. Der spanische Avantgardist Ernesto Giménez Caballero”. En: Bru, Sascha / Baetens, Jan / Hjartarson, Benedikt / Nicholls, Peter / Ørum, Tania / van den Berg, Hubert (eds.): Europa ! Europa ? The Avant-Garde, Modernism and the Fate of a Continent. Berlin: Walter de Gruyter, pp. 195–209.

― (2013): “Visual media in the Spanish avant-garde magazine La Gaceta Literaria (1927–1932) — between popular traditions and modern mass-culture”. En: Ehrlicher, Hanno (ed.): Between Folk and Highbrow: Popular Culture and Its Functions in 20th Century Avant-garde Magazines (= PhiN. Philologie im Netz, Beiheft 6), pp. 11–27.

Alemany Bay, Carmen (1998): La polémica del meridiano intelectual de Hispano-América (1927). Estudio y textos. Alicante: Universidad de Alicante.

Aznar Soler, Manuel (1992): “Juan Chabás y la Italia fascista: del vanguardismo deshumanizado al compromiso antifascista”. En: Heydenreich, Titus (ed.): Cultura italiana e spagnola a confronto: anni 1918–1939 / Culturas italiana y española frente a frente: años 1918–1939. Tübingen: Stauffenburg Verlag, pp. 67–93.

Bádenas de la Peña, Pedro Ed. (2006): Frontera y comunicación cultural entre España y Rusia: una perspectiva interdisciplinar. Madrid–Frankfurt a.M.: Iberoamericana–Vervuert.

Coy, Juan José (1988): “El compromiso ético en la literatura norteamericana. Apéndice: ¿Quién mató a José Robles Pazos?”. En: Anthropos 10, pp. 65–69.

García, Carlos / Sanz Álvarez / Paz, María (eds.) (2012): Gacetas y meridianos. Correspondencia Ernesto Giménez Caballero/Guillermo de Torre (1925–1968). Madrid–Frankfurt a.M.: Iberoamericana–Vervuert.

Koch, Stephen (2005): The Breaking Point: Hemingway, Dos Passos, and the Murder of José Robles. New York: Counterpoint.

La Gaceta Literaria: Madrid (1927–1932). Edición facsímil, 3 vols. Vaduz: ToposVerlag 1980. Véase también la edición digital

Martín Gijón, Mario (2012): La patria imaginada de Máximo José Kahn. Vida y obra de un escritor de tres exilios. Valencia: Pre-Textos.

Martínez de Pisón, Ignacio (2006): Enterrar a los muertos. Barcelona: Seix Barral.

Pardo de Neyra, Xulio (2009): “Sobre el iberismo literario gallego (II). El lusitanismo de Evaristo Correa Calderón y su proyecto en La Gaceta Literaria”. En: Límite 3, pp. 187–203.

Ruhe, Cornelia (2012): ‘Invasion aus dem Osten’. Die Aneignung russischer Literatur in Frankreich und Spanien (1880–1910). Frankfurt a.M.: Klostermann.

Santonja, Gonzalo (1983–84): “Breve perfil de la editorial Cenit (Madrid, 1928–1936)”. En: Anuario de la Sociedad Española de Literatura General y Comparada, Vol. V, pp. 129–139f

Selva, Enrique (2000): Ernesto Giménez Caballero: entre la vanguardia y el fascismo. Valencia: Pre–Textos.

Enlaces adicionales

Ø Facsímiles digitales de La Gaceta Literaria se encuentran tanto en el portal revistas.edaddeplata.org como en la Biblioteca Digital Hispánica (aquí)

Ø Una bibliografía de Ernesto Giménez Caballero y algunos escritos selecionados (también de La Gaceta Literaira) se encuentran en el portal Proyecto Filosofía en español.

Ø Antología de textos de Ernesto Giménez Caballero editado por José Carlos Mainer



[1]     Unos datos estadísticos permiten valorar aproximadamente la presencia de las distintas naciones en el panorama internacional que La Gaceta Literaria presenta en 1927: las Postales Internacionales se refieren (en el orden del número de menciones) a Francia (13), Italia (10), Alemania (9), Inglaterra (5), Unión Soviética (4) y poco más (Dinamarca, Hungría, Bélgica; con ausencia total de EE.UU.). En el Escaparate, Alemania (28) y Francia (22) encabezan la lista, seguidos por Italia (11), EE.UU. (7), Unión Soviética (6) y demás (Hungría, Inglaterra, Japón). El primer puesto de Alemania en cuanto a las reseñas se explica por el gran número de libros científicos (14 de los 28, es decir, la mitad). Mientras que en el presente apartado los EE.UU. relegan a Gran Bretaña a uno de los últimos puestos, la Unión Soviética se mantiene en el quinto.

[2]     Estas redes se pueden visualizar en parte gracias a la plataforma Revistas de la Edad de Plata. Para el caso de la Gaceta véase aquí.

[3]     Pues en el ámbito cultural, dice Ortega, “nosotros mismos nos desconocemos los unos a los otros”, y hasta “un escritor de Madrid ignora […] la figura de las letras madrileñas”. Por ello, la nueva revista tiene que “describirnos la densa pululación de ideas, obras y personas, dibujar las grandes líneas de la jerarquía literaria siempre cambiante”.

[4]     Véase Pardo de Neyra 2009, y, para el caso de Juan Chabás, Aznar Soler 1992.

[5]     Respecto a la recepción de la literatura rusa en España véanse Bádenas de la Peña 2006 y Ruhe 2012.

[6]     “Infinitud de boutades en el music-hall Aquarium, en el bar Moscú o en el cabaret del Ermitage. Varios poemas de millares de versos. Una tradición marinettiana. Una canonización bolcheviquista. La consagración oficial: ¡El gigante del imaginismo!” (GL I/21, 1 de noviembre de 1927)

[7]     Curiosamente, esta reseña va a publicarse otra vez en el núm. 30, 15 de marzo de 1928.

[8]     Véase Carta a un compañero de la joven España (GL III/52, 15 de febrero de 1929), y Albert 1992.

[9]     Véase la reseña del ensayo de Juan Chabás, Italia fascista (GL II/46, 15 de noviembre de 1928), y Aznar Soler 1992.

[10]   El artículo revelador de Ettore Zuani, Los escritores italianos y el fascismo, figura al lado del correspondiente ensayo de Walter Benjamin, Los escritores rusos y el comunismo (GL II/30, 15 de marzo de 1928).

[11]   Esta obra obtiene dos reseñas, una de J. de la Fuente Azcanegui (GL I/9, 1 de mayo de 1927), otra de E. Lafuente (GL I/16, 15 de octubre de 1927); el artículo necrológico sobre Marius André se lee en el núm. 22, 15 de noviembre de 1927.

[12]   Véanse, entre otras, sus reseñas del Almanacco literario [sic] 1927, publicado por la casa Mondadori (GL I/3, 1 de febrero de 1927), de la obra de Ada Negri, Le Strade (GL I/6, 15 de marzo de 1927), y de la novela de Alfredo Panzini, I tre Re, con Gelsomino buffone del Re (ibid.).

[13]   Respecto al interés de La Gaceta Literaria por las cuestiones de género véanse, por ejemplo, César Falcón: La literatura, oficio de mujer (GL I/7, 1 de abril de 1927, Postal londinense) y la ya mencionada reseña de Joaquín Edwards a propósito de Gentlemen Prefer Blondes de Anita Loos (GL I/4, 15 de febrero de 1927).

[14]   Véase también la reseña del libro de Curtius sobre Marcel Proust (GL II/4l, l de septiembre de 1928).

[15]   Véanse también el artículo "James Joyce y el catolicismo" (GL II/31, l de abril de 1928) así como la reseña del libro de Paul Jordan Smith: A Key to the 'Ulysses' (GL II/36, 15 de junio de 1928).

Mechthild Albert (Universidad de Bonn)