Arte, literatura y pensamiento modernos. En la segunda parte de la década de los cuarenta y su horizonte de publicaciones periódicas se hace presente un productivo encuentro estético entre artes plásticas y literatura. Dicho encuentro, en el que acontece una nueva apuesta vanguardista que recibe el nombre de invencionismo, permite una rebelión contra el imaginario neorromántico de los escritores del primer lustro, que valoraban la expresión como elemento fundamental de toda actividad poética. La nueva escuela cuenta con un órgano de combate cuyo nombre es Arturo, que emerge ligado a las artes plásticas, durante el verano de 1944, en la escena cultural de la ciudad de Buenos Aires. La intención de la nueva estética era dejar atrás esa preponderancia de lo expresivo a la hora de emprender cualquier labor artística; en su lugar los nuevos actores de estas disputas colocaban la invención (la creación pura, es decir, lo más alejada posible de todo intento de representación), de ahí su nombre. Dirigida por Carmelo Arden Quin, Edgar Bayley, Rhod Rothfuss y Gyula Kósice, también cuenta con colaboradores como Vicente Huidobro, Joaquín Torres García y Tomás Maldonado, quien, más allá de las ilustraciones, termina diseñado la tapa de la revista.