Revista de Avance

Ort: 
Erscheinungsjahr: 
1927-1930
Kulturraum: 
Land: 
Jahrhundert: 
Kommentar zur Digitalisierung: 
Del 15/03/1927 al 15/01/1929
Informationen zur Zeitschrift: 
Publicación quincenal cubana. Su perfil es cultural y se refiere a las diferentes tendencias artísticas de la época, tanto en Cuba como fuera de ella. Entre sus editores cuenta con eminentes figuras de las letras cubanas como son Alejo Carpentier, Jorge Mañach, Juan Marinello, entre otros. "Como un ritual ininterrumpido, el inicio de un año, sugiere un amanecer. Saciados de las celebraciones, después de expulsar los maleficios con el agua que se lanza a la calle sobre paseantes descuidados bajo un cielo iluminado por fuegos artificiales, llega el instante del reposo y la reflexión. Se definen los proyectos para el porvenir inmediato. Pero el diseño del futuro implica una valoración del presente y el pasado. En cabeza bifronte, los ojos contemplan, a la vez, el mañana y el ayer. Conjugan la historia personal con la colectiva matizadas ambas por una memoria fluyente y selectiva. Percibimos entonces que en el transcurrir de cada día, los tiempos se superponen. Irrecuperable, el pasado regresa moldeado por el presente. La marcha de las efemérides impone la indispensable reapropiación crítica del tiempo transcurrido nunca recobrado. Hace ochenta años, una revista habanera emergía como testimonio lúcido del desafiante y apresurado transcurrir del tiempo histórico. La Revista de Avance incorporaba a su nombre, en disposición vanguardista, la cifra correspondiente al año en curso. Desde el campo de la cultura, se disponía a destruir "la costra del coloniaje", según la definición de Rubén Martínez Villena en el terreno de la política. Era el momento de abrir la isla al ancho horizonte del mundo con vistas a inscribir la cultura en un proyecto de modernidad. Se ha señalado con frecuencia que los animadores de Avance recibieron el influjo de la Revista de Occidente. Sin dudas, así ocurrió, en Cuba, como en el resto del continente. En todas partes, fue el momento de restablecer el diálogo intelectual con España, a la vez que maduraba la conciencia de la diversidad de perspectivas entre el acá y el allá, entre dos mundos con historias y necesidades diferentes. Por eso, el renacer cubano bajo el signo de la vanguardia encontraba correspondencia con inquietudes semejantes en otras zonas de la América Latina. En esa búsqueda, junto a la seducción ejercida por Ortega y Gasset, se producía el descubrimiento de los textos de Mariátegui y el establecimiento de las coordenadas políticas respecto a la Nicaragua sandinista y al reclamo de la independencia siempre postergada de Puerto Rico. Porque el proyecto de modernidad no es unívoco. El concepto hoy asumido como referente obligado se instauró desde la perspectiva de quienes construyeron historia y cultura en tanto beneficiarios de la conquista de América. La noción de progreso que lo sustenta desencadenó entre nosotros un intenso debate en los sesenta del pasado siglo a partir de la confrontación entre civilización y barbarie. Por aquellos fervorosos días, lo recuerdo con nitidez, una efeméride dio lugar a un homenaje a Domingo Faustino Sarmiento en la Biblioteca Nacional de la Habana. Yo presidía el acto. A mi derecha estaba Juan Marinello; a mi izquierda, Ezequiel Martínez Estrada. Mientras hablaba el cubano según la trama impuesta por las circunstancias, el otro se estremecía, se removía incómodo en la ancha butaca. Cuando le llegó el turno, se desencadenó el verbo apasionado. Más allá de la valoración literaria, el debate se centraba en la contraposición entre civilización y barbarie, vale decir, entre dos modelos de desarrollo para la América Latina. Para Sarmiento, fascinado como tantos en el siglo XIX, por el crecimiento impetuoso de los Estados Unidos, se trataba de seguir esas pautas. Para José Martí, en cambio, nuestra América debía constituirse en el ámbito propicio para el desarrollo del hombre natural. La discusión se trasladó a la sala. Algunos argentinos residentes en Cuba reaccionaron contra lo que percibieron como ofensa a la memoria de uno de sus próceres. Pero, en realidad, la relectura de la historia se producía atendiendo a las demandas acuciantes de la contemporaneidad. El triunfo todavía reciente de la Revolución cubana volvía a colocar en primer plano la reformulación del porvenir de América y de las vías más efectivas para alcanzarlo. Sabemos hoy que la transformación de la sociedad no transita solamente por la economía en tanto fuerza autónoma. Se instaura en un contexto histórico preciso, articulado a través de los acontecimientos de la vida política y de una memoria cargada de valores culturales, constitutivos de una visión del mundo, de sueños y aspiraciones. La modernidad, por ende, tiene un rostro múltiple. Uno es el diseño de modernidad forjado en los países beneficiados por las distintas formas de violencia colonial, otra, es la reclamada por pueblos silenciados por la irrupción depredadora de modelos ajenos. Ahora, el silencio cobra voz en las comunidades indígenas de nuestra América. Para ellos, tierra y cultura son reivindicaciones inseparables. La defensa de la diversidad cultural se convierte, así, en tema imprescindible del debate contemporáneo. Los fundadores de la Revista de Avance estaban muy lejos de adoptar esta perspectiva cultural. Constituían un grupo heterogéneo, desgarrado muy pronto por la contingencia política. Deportado por el tirano Machado, el español Martín Casanovas ocupaba la extrema izquierda. Marinello se encaminaba hacia una inclaudicable militancia comunista. Jorge Mañach se colocaba hacia la derecha. Félix Lizaso se refugiaba en los trabajos de investigación. Francisco Ichaso se entregaba a un periodismo brillante y acomodaticio. El poeta Tallet, tan cercano a Rubén Martínez Villena, optaba por un austero silencio. Obligado por la dictadura a marchar a Europa, Alejo Carpentier sentaba las bases de su fecunda obra de narrador y ensayista. Sin embargo, en el brevísimo plazo de tres años, abrieron el camino de la vanguardia en las letras y en las artes plásticas, ampliaron los horizontes de la isla y asentaron un punto de vista sobre el mundo desde un observatorio bien definido en este lado del Atlántico. Para adoptar otra mirada sobre la cultura, habría que transitar por ocho décadas de historia convulsa, entre guerras y revoluciones, por la frustración de algunas experiencias desarrollistas, por las consecuencias del derrumbe de la Europa socialista y el crecimiento galopante de la globalización neoliberal. En otro terreno, era también indispensable revisar, con la contribución de los antropólogos, el concepto tradicional de cultura, asociada a una noción del progreso orientada hacia un modelo único de civilización. Vivir la historia en la intensidad cotidiana de los acontecimientos es fuente de un permanente aprendizaje." (Graziella Pogolotti)